lunes, 2 de marzo de 2015

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«Todo el mundo tiene un tesoro que guarda bajo llave. Pero casi todos los tesoros se pueden robar, o pierden valor material, o se pierden, o acaban por venderse demasiado barato. Por eso mucha gente prefiere otro tipo de tesoros.

»Momentos.

»Porque hay dos cosas por las que muchos nos venderíamos al Diablo: el dinero y el tiempo, pero el dinero no suele quedarse mucho tiempo, mientras que el tiempo, los momentos, nunca desaparecen. Porque cada instante estaba allí mucho antes que las primeras estrellas y seguirá existiendo mucho tiempo después de ser olvidado y mucho después de que el último de nosotros se marche. Cuando no quede ni una sola huella de la Humanidad, de lo que fuimos, de lo que hicimos, de cómo malgastamos nuestro tiempo, de nuestro insignificante paso por el Universo, y no haya registros en ningún libro ni pinturas que hablen de nosotros, muchos millones de años después de todo eso, allí estarán nuestros tesoros, intactos, imborrables.»

Esto piensa Ingrid mientras mira fotos en blanco y negro. Pero los momentos no se pueden capturan en imágenes, ni en sonidos, ni en vídeos. Simplemente existen. Lo que vemos y lo que oímos simplemente nos une a ellos, nos permite volver a ellos, pero no hace que permanezcan vivos. Por eso son tan valiosos: no dependen de lo que hagamos o pensemos, se limitan a existir.

Pero a Ingrid alguien le robó sus recuerdos. Mira las fotos y no consigue acordarse de ninguna de las personas que aparecen con ella. Hay un señor alto, calvo y con gafas oscuras, con un traje claro de oficinista, de aspecto desgastado, y una corbata de rayas. Lleva una mano en el bolsillo del pantalón y con la otra le rodea la cintura. Ambos sonríen. Pero quién diablos sabe por qué. En otra hay una mujer de mediana edad con un vestido de flores y una rosa en la mano. Al fondo se ve el mar, pero Ingrid no recuerda haber estado jamás en ese lugar.

Por eso el aliento de Ingrid huele siempre a alcohol, porque no puede llorar por esas personas, no puede echarlas de menos ni sentir nostalgia de los lugares ni de los momentos de su vida. Pero sí llora por el tiempo perdido, el tiempo que alguien le robó, la memoria arrebatada, los años a los que no puede volver a lomos de una foto borrosa. Por eso le pesa el aire en los pulmones; por eso tiene miedo de quedarse dormida.

A Ingrid le robaron lo más valioso que tenía.