Mr. Nobody una noche cualquiera, en un sucio vagón de metro de camino a casa. Un sombrero gris, traje de oficinista, tirantes, zapatos y maletín de plástico. Frío. Olor a sudor y orina. Una mujer frente a él, rubia, evidentemente teñida, con la mirada baja, fija en ninguna parte, cansada, le recuerda sabe dios a quién. Ah, diablos, cómo se llamaba.
Marlene. Sin duda debía de llamarse Marlene. Una mujer mayor, a quién pretendía engañar, pero de aspecto juvenil. Se acercó a ella en algún bar de barrio, poco antes de cerrar, con varias copas de más y ganas de conversación. Le dijo que tenía un peinado gracioso y ella por algún motivo se rió mostrando todos los dientes. Ella observó que él tenía cara de ratón y él le devolvió la sonrisa. Dos perros callejeros oliéndose el culo en aquel bar. Sin más. Se acostaron dos o tres veces aquella semana y después no se volvieron a ver.
El tramo más largo del mundo en aquel vagón solitario. Mr. y Mrs. Nobody, felices para siempre. Gotas de lluvia en el cristal, el ruido de otro tren, los huesos llenos de frío y humedad. Ven conmigo a mi guarida sin luz, Quién diablos es usted, Me llaman Mr. Nobody, Váyase al infierno, suélteme, maldito borracho. Una vez conocí a una mujer, dice él, que se parecía mucho a usted. Pero ella era mucho más simpática.
Mr. Nobody, la luz de una vela a través de una ventana en un edificio de apartamentos. Apestas a alcohol, le dijo Marlene entre risas la última noche. Lo cierto es que era algo habitual. Alcohol, sudor y orina. Mr. Nobody se mira reflejado en el cristal de aquel vagón lleno de gente que se tapa la nariz, mira su camiseta de tirantes, sus pies descalzos y sus pantalones mojados. Se ha hecho pis encima, le dice una niña a su madre señalándole desde una fila de asientos.
Es tu parada, Mr. Nobody. Un día hubo una mujer, una tal Marlene. Se rió de ti en aquel bar y le diste una bofetada. Dos tipos te sacaron de allí y te dieron una paliza. Te rompieron varios dientes. Nadie recuerda a Marlene, nadie la vio entrar jamás a tu portal. Maldito borracho, te dice una mujer mayor, lárgate de aquí, sal de este tren.
Marlene, Marlene, qué peinado tan gracioso tenía.