viernes, 16 de diciembre de 2011

Diciembre (días raros)

Días extraños, cuadriculados, milimétricos. Cada persona en su lugar en cada momento. Cada cosa en su sitio exacto. El plan se sigue cuidadosamente.

Diciembre, el mes de los adornos horrendos, de los cantantes fracasados y sus versiones repugnantes de villancicos aún más repugnantes.

Diciembre, el mes en que todo el mundo se quiere, el nazi abraza al judío y el judío al árabe. Buenos sentimientos, buenos deseos, ojalá el próximo año te trate bien, yo siempre te he querido, siempre rezo por ti y por tus muertos. Y un eterno etcétera.

Felicidades. Por qué. Y yo qué sé, felicidades porque es diciembre, porque hace viento, porque han dicho en la tele que en realidad la gente no es tan hija de puta. Porque en algunos países la familia entera se reúne para hacer un gigantesco muñeco de nieve con sombrero de copa, y un tipo se cuela por tu chimenea en plena noche.

La mañana de Navidad la policía cuenta los muertos.

Días raros. Las calles contaminadas de carteles que pretenden dar sensación de normalidad. Ven y haz tus compras en tal sitio. Y una foto con algunas personas cargadas con mil bolsas y una sonrisa de oreja a oreja. Ridículo.

Tienen la delicadeza de omitir, eso sí, al niño pijo del chándal o del Lacoste con su navaja resplandeciente y sin la habilidad suficiente como para ponerse bien la puta gorra. «Observa las figuritas humanas con verdadera complacencia.» No recuerdo quién lo dijo.

Sobre las calles se colocan adornos. Sobre las aceras sólo hay mierda de perro. Y una mujer gorda como un tonel, con un pañuelo en la cabeza, se te acerca con la mano extendida y te dice Por amor de Dios, una moneda para comer, tengo tantos hijos como meses tiene un año. Y todos están enfermos o locos.

Pero qué bonitas son las ciudades llenas de luces. Son las más oscuras. Lo sórdido es más sórdido cuando se pretende embellecer. Y a su modo es hermoso, desde luego, como lo son todas las cosas sórdidas, sólo que de una forma diferente.


Son días, en fin, de viento. Días extraños, con el aire transportando el olor de la gente y el murmullo de lo absurdo.

6 comentarios:

  1. Me ha encantado tu texto. "Lo sórdido es más sórdido cuando se pretende embellecer". Muy bueno.

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  2. Muchas gracias a los dos, no pensé que fuese a gustar tanto...

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  3. Tú si que eres brillante, y no esas asquerosas luces birriosas que pretenden encender la "navidad"...

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  4. Vaya, gracias, R., al final se me va a subir a la cabeza...

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  5. Ha habido un momento en que la forma en que has escrito esto me ha recordado a la forma de escribir de Bertolt Brecht... Y, sí, la frase "lo sórdido es más sórdido cuando se pretende embellecer" es muy, muy buena :-D Besito!!!

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