lunes, 21 de noviembre de 2011

16

El gato salta al sofá, da una vuelta sobre el cojín y finalmente se acuesta de lado. Durante un rato me mira fijamente con sus enormes ojos amarillos: Bueno, ¿y quién eres tú?, parece preguntar, pero ya nos conocemos desde hace algún tiempo, casi dos años y medio, de modo que me limito a acercarle la mano al hocico y él me olisquea hasta que parece decir: ¡Ah, sí!, y dándose por satisfecho adopta la postura más extraña que podría encontrar y se pone a dormir.
Yo vuelvo a mi libro. Llevaba tiempo con ganas de leer Crimen y castigo, y como en los últimos meses he conseguido reducir a tres o cuatro la enorme cola de libros en papel que se amontonaban sobre mi escritorio, -unos pocos buenos, la mayoría nefastos-, durante unos días me he centrado exclusivamente en el formato digital. He leído La historia interminable, Tarántula y un relato de Turguéniev, y ahora que ya me he metido en la carpeta de Zola dispuesto a empezar Germinal, vuelvo a la carpeta de autores rusos y abro Crimen y castigo. A pesar de lo difícil que es que un libro me atrape, Dostoievski lo consigue desde el principio sin ninguna dificultad. Es ameno, incluso podría parecer inocente, pero a la vez muy oscuro y sórdido, como corresponde a algunos autores rusos, y profundo y complejo, como corresponde a la novela psicológica; matizo: la novela psicológica bien escrita, no la contemporánea.
Al otro lado de la ventana, si se mira en determinadas direcciones, especialmente a los árboles, se ve una lluvia fina pero incesante, vertical, y en la calle algunas personas caminan con rapidez bajo sus paraguas. Tenía una necesidad acuciante de ver llover. Me agobia el sol los trescientos sesenta y cinco días del año. A mucha gente le entristece la lluvia, de forma que no sale a pasear, y si sale lo hace casi en silencio, de mal humor y sin prestar atención a nada ni nadie, lo que la hace mucho más soportable.
Cenemos fuera, conozco un lugar... Buena comida, mejor bebida. No se concibe el sueño sin cerveza. La luz, sin embargo, es demasiado fuerte.
El último día, el parque está prácticamente vacío. En el estanque duermen los patos y nosotros pasamos al lado pisando las hojas muertas de los arces. No me hago a la idea, imagino que es normal. En algunos lugares el otoño son hojas rojas y días lluviosos, en otros es más bien un estado de ánimo. El tiempo corre, las preguntas se acumulan. Con quién, eso está claro, podemos descartarla. Qué, la eterna pregunta, la constante tortura. Porque habiendo un destino puede haber una hoja de ruta, pero sin esto no hay nada. Dónde. Digamos aquí, pero digámoslo sólo de momento. España no es lugar para vivir. Vámonos, vamos lejos, hacia el Nordeste, me da igual, tú eliges.
Las manos se queman antes de que el tiempo diga la última palabra. No me hago a la idea. Sólo las luces de la pista me devuelven a la realidad. Dostoievski... no, ahora no. Es el momento sagrado del despegue, a pesar de todo. Bien, supongo que así es. Aeropuertos, despedidas, ansiedad, cerveza, literatura rusa y otoños en los que no llueve tras las ventanas. Otra pregunta, Cuándo. No lo sé... ojalá lo supiera.

9 comentarios:

  1. Te has leído La Historia Interminable, mi libro favorito de todos los tiempos.

    Espero que te haya gustado. (Bueno, suponiendo que el texto esté basado en hechos reales).

    ResponderEliminar
  2. Sí, la entrada es real, sobre estos últimos días. He estado de vacaciones. Hoy me incorporé al curro, con la predecible consecuencia de querer asesinar a unos cuantos. El trabajo es una bendición pero a la vez también puede ser una pesadilla.

    ResponderEliminar
  3. Por cierto, la foto la saqué el domingo en el parque del que hablo en la entrada. He puesto que las hojas son de arce pero a lo mejor es un disparate, no lo sé.

    ResponderEliminar
  4. Hoy día trabajar es una suerte, pero eso no quita que trabajar sea un coñazo...

    Por cierto, no dices nada del libro, me da mala espina xD.

    PD: La hoja sí puede ser de arce, aunque también podría ser un plátano.

    ResponderEliminar
  5. Javier, el problema no es que sea un coñazo, eso es lo de menos, el problema es cuando empieza a afectar a tu salud, al apetito, al sueño, al ánimo,...

    ResponderEliminar
  6. Aunque el problema se hace definitivo cuando descubres que ya no queda nada de la vocación que tenías en su momento y tienes que buscar un nuevo rumbo para tu vida. Eso no es fácil cuando has estado varios años estudiando una ingeniería.

    ResponderEliminar
  7. Eso sí que es jodido. La educación es como una carrera y te tienes que meter en lo que sea deprisa y corriendo, y a menudo lo que te apasionaba cuando empezaste cuando acabas te parece una mierda. Y claro, si tienes el título x a ver cómo coño te metes en otra cosa con el sistema laboral asqueroso que tenemos...

    ResponderEliminar
  8. ¿Sabes? Me gustan esos paseos contigo por el parque cuando llueve...

    Algún día daremos uno que no sea prefacio de una despedida... Besito!!!

    ResponderEliminar