jueves, 26 de agosto de 2010

Lo más alto

Kellen Eberdhart es un hombre de éxito. Al menos, según su concepto de éxito. Es hijo de campesinos pobres y no había tenido muchas oportunidades en su juventud, pero a los veintidós años, las cosas habían empezado a cambiar.
Su memoria viaja hasta 1975. Llevaba un año trabajando en un almacén de una multinacional de venta de repuestos automovilísticos. Si alguien hubiera preguntado por él, nadie habría afirmado conocerlo; era uno más entre miles de empleados anónimos. Pero aquel año había aceptado el puesto de jefe de almacén para sustituir al anterior, que había muerto en un accidente doméstico. Sus ingresos aumentaron y se ganó una reputación y, por tanto, un nombre.
Poco tiempo después había sido ascendido de nuevo, y había comenzado a convertirse en alguien conocido y respetado. En 1976 conoció a la mujer con la que mantenía una relación estable desde entonces. Se sentía afortunado en muchos aspectos.
Con el tiempo, la empresa fue creciendo y él fue nombrado director. Además, tenía el cincuenta y uno por ciento de las acciones. El negocio se convirtió en una de las organizaciones más poderosas de Europa. Y él, en uno de los hombres más ricos.
Kellen Eberdhart recordaba esto con satisfacción, pero sus pensamientos tenían un sabor amargo. No había olvidado su trato, ése era uno de los pocos lujos que no se podía permitir.
Casi se había hecho a la idea de que su despacho no estuviera vacío cuando se sentaba en el sillón cada mañana. Parecía estarlo, sí, pero no tenía más que darse media vuelta y allí, en el cristal, aparecía entonces reflejada una silueta. Podía ser una mujer, un hombre mayor, alguien con aspecto de ejecutivo... podía ser muchas cosas. Y después de tantos años, aún se sobresaltaba. Sabía que no estaba solo en ningún momento. Aun así, un rascacielos lleno de gente le brindaba una especie de... protección.
Pero no podía soportar el momento de apagar la luz en la habitación de su casa. Era consciente de que había alguien más allí, consciente de que le observaban. Era una certeza absoluta, indiscutible e ineludible, más allá de toda explicación. Y sabía que no estaba loco: tenía claro que aquello formaba parte de su trato.
Ahora lo entiende todo y sonríe. Sabe que ha salido perdiendo. Un segundo de felicidad y una eternidad de sufrimiento; ¿quién querría adelantar un momento así? Pero no se arrepiente: el mismo infierno viene a buscarle. Son esas personas, esas... apariciones. Nunca se van a ir.
Piensa en ello mientras salta al vacío. En el piso cuarenta, su corazón deja de latir. En el momento en que toca el suelo, las caras que le miran desde arriba desaparecen para siempre.

4 comentarios:

  1. Me hace pensar en la crisis del 29... Aunque en este caso... ¿Qué se trata? ¿De un pacto con el diablo? Besito!!

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  2. Sí, es un pacto con el diablo. Ésta no me quedó bien, los cambios entre "era", "es" y "fue" cargan un poco. Aparte quizá sea demasiado inocente. Pero bueno, fue una improvisación, no hay que darle mucha importancia.

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  3. Ey, pues a mí me gusta... :-D Lo único que no estaba segura de si había pillado del todo el tema o no XD Besito!!!

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  4. que poco poderoso, solo 40 pisos... ¡al menos 60 hombre!

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