viernes, 6 de agosto de 2010

Despertar

Jérome despierta una noche de octubre. Tiene frío pero está empapado en sudor. Le duelen un poco los huesos, puede que se esté haciendo viejo, o puede que vaya a llover. Intenta moverse pero siente un fuerte dolor por todo el cuerpo. ¡Definitivamente, o está muy mayor o va a caer una buena tormenta!
No sabe qué hora es. Todo está tan oscuro que no puede ver absolutamente nada. Enciende la luz de su reloj de muñeca; los segmentos no funcionan y el cristal está roto. ¡Mierda!, su manía de dormir con el reloj puesto. Ha debido de golpear sin querer la mesilla de noche. ¡Un reloj de los buenos!
Jérome tantea con el brazo pero no encuentra la mesilla de noche. ¿Dónde está su lámpara? ¿Y su teléfono móvil? Descubre que no recuerda dónde lo puso la noche anterior. Intenta incorporarse, pero siente un terrible dolor en la pierna izquierda que le obliga a acostarse de nuevo. Definitivamente, aquello no es su cama: son un montón de papeles y carpetas llenos de tierra. ¿Qué coño pasa aquí? ¿Qué es todo esto?
Cuando la memoria acude a su mente, un reloj cercano marca las 3:15. De repente, como una visión, recuerda la última vez que despertó. Había algo más de luz; no mucha, pero la suficiente como para ver la enorme viga sobre su pierna y un escritorio volcado a su izquierda, muy cerca de él. Sí, ahora lo recuerda todo claramente. Había pedido socorro, había gritado hasta enmudecer. Recuerda el sonido lejano de la sirena de un camión de bomberos y los ladridos de al menos dos perros. Se había dado cuenta de que llevaba ya muchos días allí, se moría de hambre y la sed era insoportable.
Jérome también recuerda que, antes de volverse a dormir, había dejado de oír las sirenas, y el último de los perros había dejado de ladrar. ¿Cuándo volverán? ¿Cuándo le sacarán de aquel lugar?
Pero Jérome bosteza, el sueño le vence de nuevo. No se da cuenta cuando su respiración hace que su mano se deslice desde su pecho, ni oye el leve golpe, tic, que hace el reloj al tocar el suelo.

2 comentarios:

  1. Qué claustrofóbico y descorazonador... Ufff... Besito!

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  2. Me recuerda una historia que me contaron hace un tiempo, supuestamente verídica pero que no he tenido manera de confirmar. Supuestamente un compañero de instituto tuvo un accidente con su coche, cayendo por uno de los numerosos barrancos, no mucha altura supongo, pero la suficiente para quedar fuera del alcance de la vista de los que pudieran pasar por allí. Se quedó sin voz y se fastidió la garganta pidiendo ayuda, pues se había quedado inmobilizado. Aún así, garganta aparte, salió de aquello no se muy bien como.

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